Cinco razones que apuntan a que el príncipe Alberto y Charlene Wittstock se comprometerán oficialmente
¿Nos sorprenderá el principado de Mónaco con una boda de cuento, pero esperada, muy esperada, en el transcurso de los próximos meses? Ciertos indicios nos hablan de la posibilidad de un "sí quiero" público entre el
príncipe Alberto y
Charlene Wittstock. El tiempo lo dirá...
Cambio de actitud rotundo
En el verano del año 2001, a la nadadora
Charlene Wittstock no le importó describir con todo detalle cómo conoció al príncipe Alberto, cómo era el vestido que se compró para la primera cita –cena, baile, e intercambio de confidencias-, o que
tomaron champaña en la parte trasera del Rolls-Royce. Y, por supuesto, no puso reparo alguno en contar a un periódico británico que durante esa misma noche, el Príncipe, entonces Heredero, le mostró los edificios históricos del Principado, el palacio de los Grimaldi, donde él vivía, y que la llevó a conocer su apartamento -tres dormitorios con vistas a Montecarlo-, donde uno de los ayudantes del actual Soberano les hizo café. Claro que, por aquel entonces, Charlene que, salía o estaba a punto de empezar su relación con un jugador de rugby, no se imaginaba que un día podría aparecer a los ojos del mundo como firme aspirante al papel de Princesa de Mónaco... En cuanto a Alberto, además de no estar preparado entonces para abandonar su soltería, tendría pendiente todavía vivir una gran historia de amor con la azafata Nicole Coste, la madre de su hijo.
Transcurridos algunos años, tampoco le importó a la deportista
describir al Príncipe –desde las primeras citas, se habían encontrado en algunas ocasiones y se habían mantenido en contacto por teléfono y por e-mail-
“como un hombre fantástico que me hace sentir como una reina" e incluso confesar a la revista Sport Illustrated que “la única vez que he sentido temblar las rodillas ha sido con él.
Los hombres europeos saben tratar a las mujeres, y el príncipe Alberto tiene encanto y buenos modales. Es simplemente fantástico”. Han pasado cinco años desde su primer encuentro, y aquella joven que descubrimos extrovertida, confiada, natural y libre a la hora de compartir sus emociones y experiencias, ya no tiene nada que ver con la nueva Charlene.
Ahora, una discreta aspirante a Princesa que ha “enmudecido” de repente y se ha vuelto casi invisible en los últimos meses. Un cambio de actitud radical que podría indicar que, si inicialmente la nadadora se tomó la relación con el príncipe Alberto como un juego de niños, desde hace algún tiempo
está pensando en jugar a ser una princesa de verdad.